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En tiempos de cambio

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“La música no salva a la política, ni la política a la música.” Así fue como nos lo dijo Pipe Llorens, y nos queda muy claro. Pero al mismo tiempo, no podemos evitar preguntarnos la influencia que tiene la una sobre la otra.

Para Enrique Coyotzi, parte del staff de Club Fonograma, la política siempre ha formado una parte importante en la música y el arte en general, y “mientras un artista tenga una inquietud que denunciar, estas serán un vehículo práctico para hacer llegar su punto.”

Tal es la situación con el sonado caso de Pussy Riot, la banda de punk rusa que está siendo juzgada actualmente acaba de ser juzgada por protestar en contra del régimen de Vladimir Putin y la influencia de la Iglesia Ortodoxa en aquel país.

“[Pussy Riot] es un colectivo de arte feminista, punk, anti-establishment que usa la música punk como vehículo de protesta, no como un fin en sí mismo. Lo interesante es cómo combinan la estética (pasamontañas, vestimenta colorida), Internet (sus videos en YouTube están “armados” con imágenes de sus performance), la música breve (menos de un minuto y medio) y furiosa –punk, medio precario pero con toda la actitud– con letras que van directo a lo que quieren expresar, sin censura”, nos explica Juan Antonio Zertuche, editor de Piensa Indigo.

O como Damian Abraham, líder de Fucked Up, expresó en Twitter: “Pussy Riot es la norma por la que el punk está establecido.” Y de ahí su relevancia.

Nadeshda Tolokonnikova (22), Maria Alyojina (24) y Yekaterina Samuzevich (29) se encuentran en prisión preventiva desde marzo de este año, acusadas de hooliganismo y “vandalismo por odio religioso” tras presentarse, dos semanas antes de la elección en marzo en la que Putin recuperó la presidencia de Rusia, dentro de la Catedral de Cristo Salvador de Moscú para interpretar ‘Virgen María, ¡expulsa a Putin!’, una “oración punk” en la que cantaban:


“Virgen María, Madre de Dios, conviértete en feminista. Virgen María, Madre de Dios, quita a Putin.”


Pussy Riot empezó a finales de septiembre de 2011, cuando Vladimir Putin anunció que pretendía volver a ser presidente de Rusia, con la posibilidad de estar nuevamente en el poder por 12 años. “En ese momento nos dimos cuenta de que este país necesitaba un grupo militante, punk y feminista que se moviera por calles y plazas, movilizando toda la energía pública acumulada contra los corruptos malvados de la junta de Putin”, declaró Serafima, parte del colectivo, en una entrevista para Vice, días antes de la detención de tres de ellas.

Su forma de protestar es a través de la música, presentándose en lugares públicos y tapándose la cara con pasamontañas para mantenerse en el anonimato, por así decirlo, ya que de igual forma visten de colores llamativos y se presentan ante el público en las calles y se exponen con sus videos en YouTube. “En ese sentido, es interesante y llama mucho la atención porque se mantienen en el anonimato pero son valientes. De alguna manera ellas son punk, lo que representa toda esa actitud contestataria, irreverente, anti-sistema”, como describe Zertuche.

Serafima agregaba en aquella entrevista, “nuestro objetivo es alejarnos de las personalidades y acercarnos a los símbolos y la protesta pura.” Es por ello que Pussy Riot no son solo Nadeshda, Maria y Yekaterina, son las más de 10 chicas que conforman el colectivo, y más bien son el mensaje que representan y que quieren dar.

“No tenemos nada de qué preocuparnos, porque si la policía represiva putinista nos mete en la cárcel, cinco, diez o quince chicas más se pondrán balaclavas de colores y continuarán la lucha contra sus símbolos de poder”, declaró Kot, parte del grupo.

Pero si no es el primero, ni mucho menos el último, caso de alguien o algo que se proclama y expresa en contra de lo establecido, ¿por qué tanta atención por parte del público y la prensa internacional al caso Pussy Riot?

“Porque es punk en contra de Putin”, como declaró un periodista que está documentando el caso a The Guardian. Así de sencillo. O lo que Artemy Troitsky, crítico de música ruso, expresó: “tal vez serán tres chicas quienes le rompan el lomo al tirano.”


“Putin nos tiene miedo, ¿lo puedes imaginar? Le tiene miedo a las mujeres. El dictador más importante, Putin, realmente le tiene miedo a la gente”, declaró Squirrel, miembro de Pussy Riot al periódico inglés. “Específicamente, le tiene miedo a Pussy Riot. Le tiene miedo a un grupo de mujeres jóvenes, positivas y optimistas que no temen expresarse.”


Pero la situación en Rusia no es así de sencilla. “En el documental [de la BBC de 2010] se cuenta cómo [Putin] ha formado grupos de jóvenes ultra nacionalistas y cómo le ha dado poder a los fascistas para que, como grupos de choque, se enfrenten a los opositores. Esto es lo que está pasando con las chicas de Pussy Riot, que son sólo un caso más en relación a cómo en Rusia, sólo manda Putin y sólo decide Putin”, nos platica Ángel Sánchez Borges, a quien también conocemos como Antiguo Autómata Mexicano.

Y aunque el líder ruso en su momento declaró que Los Beatles eran una “bocanada de libertad” para la juventud soviética, parece ser que, cuando se trata de él, quiere tener las cosas (y a la población) bajo control. “Desde que Putin ha estado, primero como Presidente, luego como Primer Ministro y ahora de nuevo como Presidente, ha mandado asesinar a los principales opositores”, agrega Ángel.

Acaba de determinarse que el 17 de agosto se dará veredicto al caso de estas tres chicas, y de encontrarlas culpables podrían enfrentar de tres a siete años de cárcel.

La corte rusa acaba de sentenciar a cada una de ellas a dos años de prisión, acusadas de hooliganismo y odio religioso declarando que: “El delito se llevó a cabo a través de una acción impulsada por la voluntad de los culpables para mostrar su falta de respeto de los demás.”

El hecho es que a “los rusos les sigue incomodando claramente las mujeres activistas […] la igualdad de género y los derechos de las minorías étnicas y los homosexuales siguen firmemente todas fuera de su alcance”, escribió The New York Times. No obstante “el hecho de que Moscú pueda producir un colectivo feminista en acción inspirado por la banda de punk Bikini Kill y Julia Kristeva es tan inspirador para el oeste, como asombroso para la mayoría de los rusos.”

Lo más curioso de este caso es que Pussy Riot, precisamente, no es una banda, pero la forma en que han utilizado la música para llamar la atención, las ha puesto como las artistas más importantes de Rusia en estos momentos. Y así es como han logrado el apoyo de cientos de personas en el mundo, sobre todo de famosos que se han proclamado en su favor. Como Anti-Flag, quienes las han apoyado declarando que el “punk rock es mucho más que una t-shirt, un sonido, un disco o una banda, y no conoce fronteras o nacionalidades. El punk rock es una comunidad y una familia que se extiende alrededor del mundo.” Y Pussy Riot es parte de esa comunidad, una comunidad que está siendo atacada en estos momentos.


“Ése es el punto –que no son individuos, son una idea. Y eso es lo que se apoderó de Rusia y lo que le llamó la atención al resto del mundo también: que el gobierno ruso arrestó una idea […] Una idea perpetrada por tres mujeres jóvenes, educadas y de clase media”, escribe The Guardian.


Y para estas tres chicas, el hecho de todo lo que representan, se ha convertido en una gran responsabilidad, porque no es algo que hacen solo para ellas, sino por toda la sociedad. Y lo más interesante es que lo han hecho a través de una forma de arte.

“Las ideas en el arte ayudan a generar conciencia o las canciones pueden representar nociones o impulsar luchas, pero cuando la gente se enfrenta a asuntos como el caso de Rusia o China, en donde la represión es directa, el arte pasa a un segundo plano y hay que hablar directamente de derechos humanos, sean artistas, periodistas o gente común la que sufre esa represión.” Y si bien lo que menciona Ángel Sánchez es cierto, también hay que considerar que cuando el arte o la música es tu única forma de expresión, entonces vas y lo haces. Sin pensarlo.

Otro aspecto importante de este caso, es que también hay que poner en balance el impacto que puedes tener con tu mensaje, en comparación con la forma en cómo lo llevas a cabo. Para muchos, resultó molesto y ofensivo el hecho de que se hayan presentado de tal manera dentro de una iglesia. La “falta de respeto” a un lugar así, sigue sorprendiendo a muchos. Pero al mismo tiempo gran parte del impacto que tuvieron se debe, precisamente, a ello.

Sin embargo, es precisamente el hecho de que se hayan presentado, en esta ocasión, dentro de una iglesia lo que las ha llevado a la prisión, o al menos lo que la corte rusa ha declarado. “La Corte encuentra que las acciones de los acusados ha degradado e insultado a una gran parte de los ciudadanos, en este caso los ciudadanos religiosos, y el odio y la hostilidad alimentada por ellos y por lo tanto viola la Constitución rusa.”

Pero cuando encarcelas a alguien por cuestiones religiosas, es cuando nos cuestionamos qué es lo correcto. Queda muy claro que la protesta de Pussy Riot iba más allá de la Iglesia y la religión… iba dirigida directamente a Putin y su régimen. Después de haber escuchado el veredicto el presidente de Amnesty International, John Dalhuisen, quien anteriormente había calificado a estas tres mujeres como prisioneras de conciencia, declaró que “en la condena a dos años de prisión, Rusia ha establecido los límites de la libertad de expresión en el lugar equivocado.”

Para Coyotzi, es importante el contexto en el que se da esta protesta. “En realidad, estéticamente hablando, lo que hizo Pussy Riot no dista mucho de ver a Madonna crucificada en concierto. Sin embargo, son las circunstancias, las motivaciones, el statement y el país donde ocurre esto, lo que han hecho de este un caso tan alborotador.”

 

EL EFECTO PUSSY RIOT EN MÉXICO

Y ahí es donde nos ponemos a pensar, y a comparar, este caso con la situación actual, política y social, de México.

“Alguna vez, una chava me dijo que México debería de tener primero un Franco que pusiera orden y luego ya abrirse a la democracia. Eso es lo que les enseñan en esas escuelas católicas a las que los mandan”, comenta Ángel. Y como esa opinión hay muchas. Pero también hay quienes ven en la música o a los artistas como los medios para un fin. Y agrega, “yo creo que el arte es político por naturaleza, pero no necesariamente se necesita un arte que denuncie o haga panfletos.”

Es entonces cuando le preguntas a un músico qué opina al respecto, como Luis Ángel Martínez de Piyama Party y Los Mundos, y te habla de que “la situación actual en México tiene mucho de dónde ser explotada para inspirar a cualquier artista a hacer cosas. [Pero] no todos tienen que ser políticamente activos. Sería súper aburrido.” Y además, opina que en nuestro país existe una notable apatía política por parte de los artistas, o también hay quienes se vuelven activos en estos temas, solo para llamar la atención.

Ahí es donde hacemos la distinción entre alguien políticamente activo, y alguien políticamente consciente. Como explica Coyotzi, “hay otros artistas que están incurriendo en la situación política de otras maneras, con estilos muy opuestos, y a veces no necesariamente con palabras, como Los Macuanos, Siete Catorce, María y José e incluso el Sr. Amable. Aunque no los llamaría “políticamente activos”, ciertamente son “políticamente conscientes”. Entonces, no me parece que los artistas deban ser políticamente activos, pero sí poseer cierta conciencia política y social acerca de lo que está sucediendo en su país.”

Pero esta forma de expresión, efectiva o no, no solo se centra en la música, sino también en otros métodos. Lo interesante, en el contexto político y social de México, tiene que ver más con el mensaje que con el medio. Por ejemplo, el caso de AMLO y el movimiento #YoSoy132, aunque con sus fallas y aciertos, es verdad que lograron despertar y mover conciencias, más allá del resultado de las elecciones, se vio una necesidad por entender (y por ende cuestionar) los mensajes. Y todo esto a través de la campaña y sus medios de difusión, que finalmente se refieren a una forma de arte que conceptualiza esos mensajes y los lleva al público.

Por ejemplo, como menciona Zertuche, está el caso de los diseñadores gráficos-multimedia que están detrás de los videos que edita AMLO.SI, “tienen poco reconocimiento: estéticamente, le están dando una coherencia al mensaje –legible, entendible– que de otra manera se quedaría en “lo mismo” de los políticos en las ruedas de prensa.”

O el caso también de las pancartas de los jóvenes y estudiantes de #YoSoy132, que a través de una identidad gráfica y/o visual, lograron difundirse. O las inumerables imágenes con frases de denuncia que circularon por Internet y las redes sociales, que si bien muchas de ellas no tendrán un valor estético, sí lo tienen en cuanto al impacto visual y, nuevamente, al impacto del mensaje que representan.

“El arte con carga política y de protesta es necesario cuando se ha perdido el diálogo, ¿si no de qué manera se podría expresar el descontento y la inconformidad social?”, como menciona Zertuche. Y de esa forma es como se relaciona el caso ruso con el mexicano. Formas, muy particulares, de buscar el diálogo.

Podrás estar de acuerdo, o no, con la forma en que Pussy Riot se expresó, pero lo que hay que reconocer es lo que representa su mensaje. Y lléndonos un poco más allá del mensaje, también tiene mucho valor la coherencia de su mensaje y sus acciones, algo que dista, en muchas ocasiones, con los casos particulares que podemos ver en México. Como ya lo dijo Slavoj Žižek: “Y es por eso que son una gran amenaza: es muy fácil encarcelar individuos, pero ¡trata de encarcelar una idea!”

Esa es precisamente la relevancia de este caso, y el por qué se ha vuelto tan importante a nivel mundial. Porque todos nos podemos relacionar con esas tres chicas.


“Significa que realmente cualquiera puede ser Pussy Riot… solamente le estamos enseñando a la gente lo que la gente puede hacer.”


Para México, sin importar si apoyas a AMLO o a EPN o a quien sea, este momento se trata de una idea, que ha sido expresada y que se le está grabando a las personas. De una conciencia colectiva que no nos permite conformarnos, ni quedarnos callados. Que cuestiona y que actúa.

Se trata de una sociedad que no volverá a ser la misma, porque ella misma no se lo permitirá. Y no se trata de la música o el arte, se trata de la expresión y de lo que eso significa.

Tal vez esto signifique el comienzo de algo nuevo, algo que nos motive de forma conjunta. Y sí, tal vez “la música no salve a la política” ni viceversa, pero eso (en cualquier caso) solo será cierto… hasta que lo cambiemos.

“Join us, in a taste of freedom.” —Pussy Riot


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